Yu-gi-oh, es ese tipo de series meramente comerciales, sin una trama profunda y genérico hasta los huevos y son series, que a pesar de todos sus defectos influyen en la mente de las personas y consigue mágicamente una fila de fanáticos, ¿el objetivo de Yu-gi-oh? Vender cartas en los quioscos más cercanos, el de Doña Iris o el del Señor Pérez.
Hubo un momento en el que, al menos aquí en Venezuela el anime de Yugi estaba en la cumbre de su popularidad, en pleno auge se empezaron a vender unos paquetes de cartas y claro, como cualquier moda, atrae la atención de las masas y también de muchos adultos. Yo, hace como dos años seguía esa serie, la veía casi todos los días, pero ahora que lo pienso, es una total mariquera. Cuando era pequeño quizás me decía: ''¡Wooww, mira a Joey va a pelear y va a usar a su Dragon de Ojos Rojos para matar a Personajederellenodeuncapítulo!''
Quien no lo conozca, la historia es un juego de cartas sistematizado en las cuales albergan monstruos con características propias, usadas para vencer al contrario. En esto está Yugi Moto, un chico que a través de un objeto milenario de Egipcio tiene a un Faraón que es todo un pro en este juego. Y bueno, en todos los capítulos, el faraón está en el cuerpo de Yugi ganando los duelos con astucia y habilidad. Qué recuerdos, cuando yo era pequeño me preguntaba como justamente en el momento indicado le salía la carta que acabaría el duelo.
Claro, yo me compré el paquete de cartas disque originales de Joey (el mejor amigo de Yugi, el personaje que siempre va a lamerle las bolas al protagonista, el rubio patético que casi nunca tiene duelos, el segundero, el plasta de mierda) Para ese entonces, en el periódico salió una noticia: ''Cartas satánicas'' en el que argumentaban que las cartas te poseían, te hacían la tarea, te acomodaban la ropa, asustaban a los niños y no te dejaban dormir, todo el mundo, crédulo ante la noticia decidieron deshacerse de las cartas... y yo... yo, en un ataque de rabia me las comí entre lagrimas y las escupía en el suelo.
El paquete de cuarenta cartas lo rompí y que yo recuerde valían lo equivalente a una cena para tres personas en una hamburguesería. Algunos amigos míos también botaron las cartas y uno más inteligente, las vendía en el local de su padre.
Mi escuela es religiosa, así que echarse una partida clandestina de cartas era lo equivalente a inyectarse heroína, fumarse un poco e' yerba, aspirar cocaína o cosas parecidas, incluso recuerdo como lo dijeron por todo el micrófono mientras formábamos, ahora mismo me da gracia, porque llegaron al límite de la estupidez creyendo en ello. Es como la noticia de que unos niños fueron poseídos por el alma de Goku y Vegeta y se mataron a coñazos (golpes).
Sin embargo, unos meses después se calmó todo y clandestinamente muchos llevaban las cartas e incluso las vendían en pleno salón mientras el profesor de ocupaba de salir, lo triste es que eran caras, el mercado negro existe incluso en los niños de primaria.
Yo recuerdo que para ese entonces, la trama estaba con Marik y los dioses egipcios, como éramos pequeños usábamos todo tipo de artimañas para ganar una ''batalla'' (que en realidad, no eran batallas, porque no tenían reglas fijas y por cada error uno se enfadaba y tiraba las cartas e iba a una esquinita a llorar) Yo nunca tuve una pelea de cartas como tal, sólo las coleccionaba, las cartas eran mi tesoro, mi anillo... mi precioso.
En total, llegué a coleccionar unas quinientas cartas, pero un día recapacité: ''Ace, eres un adicto, deja el vicio'' Me dije a mí mismo, mis ojos estaban como dos pelotas de Ping Pong, la tentación, el juego, el riesgo, me emocionaba la idea, pero... tuve que reprimir mis instintos, entonces agarré mis cartas y... y... las rompí... COÑO, las rompí, tenía un nuevo vicio, agarraba las cartas y las rompía de diferentes formas, en la mitad, en tres partes, en mordiscos, me las comía y las escupía en la pared, hasta acabar teniendo nada. Estaba sobre una montaña de cuerpos, mientras reía diabólicamente en un fondo de llamas, yo... era el demonio.
Una foto de mí, con una sonrisa justamente antes de escupirle un trozo de carta a un niño.
Ya no hay fiebre de Yu-gi-oh, a veces para rememorar si sale un nuevo juego de DS, lo descargo y lo pruebo, y después de media hora de aburrimiento total, lo borro. Yu-gi-oh, para mí es una de esas series que se te quedan en la mente y resultan traumáticas cuando la recuerdas, causó mucho revuelo y mucha plata (Doña Iris se hizo millonaria y el Señor Pérez ahora vive en Francia)
Como por desgracia, los pokémons son irreales, me conformé con tener a un pikachu en una carta, yo incluso llegué a creer que todo era real y que podía invocar monstruos con mi mente y poder mágico.
Él es Marik, un antagonista de la serie. Él es la expresión animada del Joker en Batman, tenle miedo. Y no, no está en modo Super Saiyajin, su cabello es así por naturaleza.
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